domingo, 23 de febrero de 2014

INTERESANTE REFLEXION REALIZADA POR RAMON AGUADERO, miembro de la Delegación de Migraciones de la Diócesis de Málaga, que ha publicado el País en su blog de sociedad.

La indiferencia que nos hace cómplices

Por:  13 de febrero de 2014
Hace un par de semanas escribía en el blog sobre el fenómeno migratorio. Me he resistido a abordar nuevamente esta temática. Pero la gravedad de los hechos de la semana pasada en Ceuta y Melilla y, en especial, la justificación egoísta e indiferente de la muerte de inocentes y de la posible vulneración de derechos humanos elementales, me ha llevado a escribir la reflexión que ahora comparto.
“Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste al que va desnudo. (…) Y no te cierres a tu propia carne.” (Is,  58, 7). La cita no he tenido que rebuscarla en la Biblia. Es uno de los textos de la misa del domingo pasado. Un pasaje ante el cual no valen excusas. Lo primero para un cristiano ha de ser la acogida fraterna de los que más sufren, especialmente si son víctimas inocentes de su propia situación. Por eso me han indignado los comentarios  despectivos (por calificarlos de manera suave) que algunos han mostrado con las declaraciones de monseñor Agrelo, de la Delegación de migraciones del obispado de Cádiz y Ceuta, y de la Comisión de Migraciones de la Conferencia Episcopal, que denunciaban estos hechos desde los valores del Evangelio. Escritos que nos interpelan por el modelo de sociedad que estamos construyendo en la Europa de los satisfechos: esa que, en aras de una supuesta seguridad, puede llegar a justificar la vulneración de derechos humanos fundamentales, olvida nuestra corresponsabilidad en la situación de África, culpabiliza a inocentes de su propia drama y  los criminaliza como causantes de nuestra pérdida de bienestar.
Cortes-derrochar
El imperativo de la fraternidad no es opcional en el Evangelio. Viñeta de José Luis Cortés (tomada de Religión Digital)
Me asombra el tono cínico de muchas personas anónimas que exigen a los autores de esos artículos que den ejemplo y carguen ellos con esa solidaridad que nos proponen. No saben, o no quieren saber, que quienes así denuncian esta situación lo hacen desde la coherencia de haber unido, desde hace años, la palabra con una praxis de cercanía y acompañamiento a las personas inmigrantes.
Pero más me ha sorprendido escuchar en las noticias de TVE las manifestaciones airadas del director de la Guardia Civil. La primera vez, echando en cara a las organizaciones que atienden a los inmigrantes que éstas no hablan de la violencia que sufren los miembros del cuerpo por parte de los que intentan saltar la valla. Hoy miércoles, anunciando una querella contra los que “injurian y calumnian” al cuerpo con acusaciones de ser sus agentes causantes indirectos de las muertes acaecidas, o con la muestra de actuaciones, como la difundida por la organización Prodein, que siembran la duda sobre su legalidad.
Me intranquilizan, y mucho, declaraciones de este tipo, que exponen una visión parcial, interesada y descontextualizada de la situación. Y que no ayudan a la reflexión serena y objetiva sobre lo ocurrido, ni favorecen la tan necesaria cohesión social. Sólo desde la verdad y la asunción de nuestra parte de responsabilidad podremos afrontar el drama de la inmigración. No sirven versiones sesgadas.  Creo que merece la pena tener aquí en cuenta las palabras del Papa Francisco, cuando nos recuerda que “hoy en muchas partes se reclama mayor seguridad. Pero hasta que no se reviertan la exclusión y la inequidad dentro de una sociedad y entre los distintos pueblos será imposible erradicar la violencia. Se acusa de la violencia a los pobres y a los pueblos pobres pero, sin igualdad de oportunidades, las diversas formas de agresión y de guerra encontrarán un caldo de cultivo que tarde o temprano provocará su explosión. Cuando la sociedad -local, nacional o mundial- abandona en la periferia una parte de sí misma, no habrá programas políticos ni recursos policiales o de inteligencia que puedan asegurar indefinidamente la tranquilidad. Esto no sucede solamente porque la inequidad provoca la reacción violenta de los excluidos del sistema, sino porque el sistema social y económico es injusto en su raíz” (Evangelii Gaudium, 59).
El hecho divulgado por Prodein, y especialmente los sucesos acaecidos la semana pasada en Ceuta, deben ser aclarados con urgencia.  La fiscalía de esa ciudad va a investigar las circunstancias en que se produjo la muerte del único subsahariano encontrado en aguas españolas. Un grupo de organizaciones ha presentado denuncia en la Fiscalía General del Estado en la que se pide una investigación sobre las muertes del fin de semana. Las afirmaciones que se presentan en ese escrito hablan de actuaciones contrarias a derecho y llenas de inhumanidad. Por credibilidad de nuestras instituciones, pero sobre todo por justicia, su esclarecimiento no puede esperar. El informe solicitado por el Ministro del Interior a la Guardia Civil debe ser realizado cuanto antes y permitir esclarecer con exactitud, rigor y objetividad todo lo ocurrido.
Concentración_Málaga_Ciudades_sin_fronteras
Málaga, 12 de febrero 2014. Concentración solidaria con los fallecidos en Ceuta
Quizá alguno se extrañe del contenido de este artículo, y piense que me he equivocado, hablando de política en vez de religión. Se engaña. La única motivación que hay detrás es evangélica. El amor cristiano se realiza en la caridad política. Y la Doctrina Social de la Iglesia nos recuerda que “es un acto de caridad indispensable el esfuerzo dirigido a organizar y estructurar la sociedad de modo que el prójimo no tenga que padecer la miseria” (CDSI 208). A esto estamos llamados con urgencia los cristianos. Y en esta apuesta coincidimos con los que, desde cualquier otra motivación, trabajan por la dignificación de los más vulnerables. En una sociedad fracturada por el modelo económico y de valores que se nos impone, es nuestra condición de seres humanos expoliados la que nos une a todos, independientemente de la cultura, creencias, nacionalidad o situación administrativa que tengamos. Y la que nos anima a seguir tejiendo redes de compromiso. Un compromiso que incluye la exigencia de otra política social, migratoria y de cooperación en España y en toda la Unión Europea.
¿Hasta cuándo la muerte de inocentes huyendo de la misma muerte? Hoy siento vergüenza e indignación ante la hipocresía de nuestros gobernantes. Pero sobre todo, me duele la indiferencia de los que la consienten: aquéllos a los que el hambre y la miseria de “los otros” les resbala. ¿Descubrirán algún día que la compasión nos humaniza y hermana por encima de unas fronteras que sólo están al servicio de los poderosos?

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