Iván Llovet proclamando el Evangelio en la Catedral de Tánger
Tenía muchas
ganas de poder compartir con todos mi profunda experiencia de los días
que pasamos juntos en Marruecos.
En primer
lugar, pedir disculpas por haberme demorado tanto, pero desde que vine he
estado un poco indispuesto, por lo que también se me ha liado todo el
trabajo que tenía…, pero bueno, gracias a Dios ya estoy bien y con ganas de
compartir lo que ha supuesto este regalo de Dios de poder conoceros
y participar en la Peregrinación.
Como sabéis,
la Peregrinación se desarrolló tan solo una semana después de que me ordenaran
presbítero, por lo cual esto ha marcado mucho mi experiencia.
Para mí ha
sido una experiencia muy profunda y fuerte de Dios. He sentido como el Señor me
presentaba cuáles debían ser mis prioridades, mis actitudes, sentimientos,
focos de atención en el ministerio que Él mismo me ha regalado.
He disfrutado
mucho con todos ustedes esos días, también he disfrutado mucho de aquella tierra y su cultura, de conocer a la Iglesia de Marruecos y mucho de
sus miembros…, pero os digo la verdad, llegó un momento que estaba deseando
volver…
Habrá mucho de
debilidad, comodidad, hipocresía, por falta de fortaleza…, pero lo que veía
durante el día me dejaba el alma en vilo y con el corazón estremecido…, apenas
pude descansar esos días en la noche.
Me dolió mucho ver y palpar el drama de
la inmigración en primera persona. Desde que visitamos el C.I.E. hasta pasar por
los disminuidos psíquicos; los inmigrantes subsaharianos que están
mal viviendo solos a la intemperie en el monte y que llegan a sentir la necesidad de
comerse sus propios perros; los tres jóvenes que se escondieron en nuestro
autobús en la gasolinera para viajar hacia la frontera; tantos jóvenes que se
veían entre los matorrales esperando otra oportunidad para meterse en algún vehículo; los jóvenes que se escondieron en los motores de nuestro
barco. Experiencias muy duras que me han tocado mucho y me han hecho vivir esto de
la inmigración de muy distinta manera y con mucho más realismo.
Pero a la par
de estos sentimientos, también compartiros la gran esperanza e ilusión que me
llevé al conocer la Iglesia marroquí, a tantos cristianos sencillos, gente
buena, santos, comprometidos con la realidad de allí, dándome un testimonio
humilde y valiente de verdaderos
discípulos de Jesús de Nazaret.
No quiero
cansaros escribiendo mucho, sólo compartiros mi gran alegría por haberos
conocido, por haber podido participar en la Peregrinación, y darle gracias a
Dios por esos días, que aunque duros y de dolor para mí, me han dado esperanza e
ilusión, dejándome claro cuál debe ser el estilo y la ruta que quiere que siga
en mi ministerio en la construcción de su Reino: un Reino fraternal, de justicia,
de amor, y de humanidad.
Agradecido con Gabriel
y todos los miembros del equipo porque gracias a vuestro testimonio y trabajo he podido vivir esto.
Un abrazo muy fuerte, unido en la oración.
Iván Llovet Romero
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