PEREGRINACIÓN A LAS DOS ORILLAS
D. José Sánchez González, obispo emérito de la diócesis de Siguenza - Guadalajara y anterior presidente de la Comisión Episcopal de Migraciones, presidiendo la celebración de la MISA en la Iglesia Notre Dame des Oliviers de MEKNÉS.
Durante los días 30 de septiembre
al 5 de octubre tuve la gracia de participar en un encuentro de 48 personas de
diversas diócesis de España – cuatro obispos, varios sacerdotes, religiosas, religiosos
y seglares. Título del encuentro: “Peregrinación
a las dos orillas”. El objetivo era conocer directamente la realidad de la
emigración, sobre todo de los llamados sin
papeles, desde las dos orillas, la de su último trayecto desde el Norte de África
y la de su llegada, en este caso, las costas de Cádiz, en concreto, Tarifa,
Pudimos comprobar en la realidad
la suerte de numerosos emigrantes, que huyen a la desesperada de situaciones de
guerra, de persecución o del hambre de
sus países de origen, como Mali, Nigeria, Senegal, Congo, Sudán… que,
atravesando el desierto llegan a Marruecos, otro a Argelia, como etapa, para
intentar saltar las vallas que les separan de las ciudades españolas de Ceuta y
Melilla y de encontrar en ésta ciudades o en Tánger, o en Tetuán o en otras
muchas ciudades del Norte de África, una patera, una embarcación de juguete u otro tipo de
embarcación, o los bajos de un autobús o de un camión para cruzar el Estrecho y
llegar a la Península Ibérica o a las Islas Canarias.
Pudimos comprobar también cómo,
gracias a Dios, hay numerosas obras de la Iglesia en África, como los PP
Franciscanos, otras Congregaciones o instituciones religiosas y Organizaciones
no Gubernamentales, que atienden, no solamente a los pobres de los más pobres
de Marruecos sino también a los emigrantes
en paso
En la orilla de acá, en Tarifa,
comprobamos la suerte de los que han logrado pasar y ahora son retenidos en un
Centro de Internamiento durante 60 días, con suerte incierta a su salida como inmigrantes sin papeles. Con ellos
tuvimos una oración ecuménica e interreligiosa y rezamos por sus muertos,
muchos de los cuales reposan en el Cementerio de Tarifa, sin más datos
personales sobre su tumba que el día de su fallecimiento, ahogados en el Mar o
por otras causas. Se calcula que en los últimos 20 años han muerto en el
Mediterráneos más de 20.000 emigrantes en su intento de alcanzar las costas de
Europa.
Para dar un realismo aún mayor a
nuestros sentimientos ante esta cruda realidad, nos llegó la noticia del
hundimiento de un barco, con el trágico resultado de más de 300 muertos, a un
kilómetro de la costa, con más de 500
emigrantes, hacinados en él, que intentaban llegar a la Isla de Lampedusa, en
Italia,.
De verdadera “vergüenza” ha
calificado el Papa Francisco este terrible suceso, precisamente en el mismo
lugar donde hace poco estuvo personalmente para solidarizarse con los
inmigrantes y denunciar esta vergüenza, que continúa.
Pero ¿qué hacer? - nos
preguntamos todos. Es muy fácil echar la culpa a los italianos, o a Europa,
que, con sus leyes cierran las puertas o dificultan la venida legal de
inmigrantes, Pero, ¿qué decir de los países de origen, que, con guerras,
persecución, hambre y miseria, están empujando a sus jóvenes – hombres, mujeres
y niños – a salir de su país de cualquier forma? ¿Qué decir de los países de
tránsito, donde los emigrantes no son acogidos ni respetados como personas y donde muchos caen en manos de
desaprensivos que los explotan y violan, o de las mafias que hacen el gran
negocio con la pobreza? ¿Y qué decir de los que nos llamamos mundo
desarrollado, europeos o españoles, que contemplamos, sí con pena, pero sin
hace nada ni proponernos cambiar en nada nuestro aparente bienestar, ante tanto
sufrimiento e injusticia?
Las causas de lo que está
sucediendo son muchas y la culpa está repartida. En definitiva, vivimos en un
mundo tan marcado por la injusticia y
con tan escandalosas diferencias, que provoca estos movimientos de personas,
desde los países pobres al soñado Paraíso
europeo, sin que hagamos otra cosa que defendernos con leyes, pero muy poco
por cambiar las causas que originan esta vergüenza. Visto lo visto, me reafirmo
en mi convicción de que la vergüenza, en mayor o menos parte, es de todos,
menos de las víctimas.
NOTA: Artículo publicado en la HOJA DIOCESANA de Ciudad Rodrigo, por D. José Sánchez González, obispo emérito de la diócesis de Siguenza - Guadalajara, que fue presidente de la Comisión Episcopal de Migraciones y a cuya comisión pertenece actualmente como obispo.
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