Después del último intento de paso masivo de emigrantes a través de la frontera del Tarajal, el bosque de Ben Yunes se pobló de heridos.
A la mayor parte de ellos se les podía asistir con los recursos de la buena voluntad, pero algunos necesitaban también los recursos de la medicina, y habían de ser trasladados a un hospital. En el hospital fueron atendidos… y detenidos.
Con lo cual, al emigrante, al desgraciado a quien no se deja más camino que el de la ilegalidad para acceder a una vida más digna, se le obliga a escoger entre la detención y la muerte, entre la deportación al desierto de Oxda y la agonía en el bosque de Ben Yunes.
Yo no discuto las leyes, sólo describo la realidad. Y ésta es del todo inaceptable para la justicia, para la humanidad.
Quienes hoy por interés, por codicia, por miedo, por sus razones, empujan a los pobres hacia las fronteras de la muerte, muy pronto habrán de encontrarse todos ellos con el que juzga rectamente, con el insobornable, con Aquel a quien hemos maltratado y deportado en sus hermanos más pequeños. Y entonces todos sabremos lo que es justicia.
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